La denuncia policial con intervención judicial del Juzgado
Penal Nº2 de Mercedes la realizó el matrimonio compuesto por Julián Sequeira y
Betty Ehlinger (empleada de la colonia). Ambos eran amigos de la doctora
Giubileo y llevaron a cabo la denuncia cinco días después de la desaparición,
el 21 de junio de 1985.
Al comenzar la investigación, que fue en las casi 300
hectáreas que ocupa la Colonia Montes de Oca, el personal policial recorrió
todo el predio y se buscó a Cecilia hasta con perros. Se revisó el terreno
completo y muy especialmente la Casa
Médica en donde se descubrió que en la habitación que habitualmente
ocupaba la desaparecida había un cierto desorden como si alguien hubiese estado
buscando algo. Lo mismo ocurrió en la casa de Cecilia, en la ciudad de Luján.
Allí había señales de alguna requisa anterior en búsqueda de algo pero no se
robaron nada ya que aparecieron 2.800 dólares que la médica tenía ahorrados. En
dicha casa, donde Cecilia había pasado la tarde del domingo en que desapareció,
la estufa había quedado encendida y según la madre de la médica esto se debía a
que su hija quería encontrar tibio el ambiente cuando regresara nuevamente el
lunes.
El caso estalló en los medios. Entonces, bajo las órdenes
del juez penal del Departamento Judicial de Mercedes, Carlos Galloso,
comenzaron a trabajar la causa de Delegación de Inteligencia y la Brigada de
Investigaciones de la misma ciudad, la División Antisecuestros del Puente 12,
la División de Homicidios y Delitos Graves de Banfield y efectivos policiales
de Luján. La paz rural de un pueblo de
1500 personas se alteró ante la invasión de policías, fiscales, ovejeros
adiestrados y helicópteros que rastrillaban gran parte de las casi 300
hectáreas de la colonia. El psiquiátrico comenzó a recibir algunas visitas
sospechosas por las noches.
Respecto a los elementos encontrados que fueron aportados a la investigación, se identificaron: una nota y una grabación magnetofónica, entre otros. En la grabación se podía oír la supuesta voz de la médica desaparecida diciendo que estaba bien y que no la buscaran más. Sin embargo, después de un tiempo se comprobó que la cinta había sido grabada por actores profesionales. Se encontró una agenda de la doctora y en una hoja de la misma estaban escritos los nombres de cinco internos: cuatro de ellos desaparecieron y uno estaba muerto. A cada nombre lo acompañaba una curiosa sigla, que según un informante anónimo, corresponderían a un contenedor que repleto de armas desapareció del puerto de Buenos Aires en diciembre del año 1984. También se halló un domicilio de la doctora Giubileo en la calle Vicente López, en el corazón de Recoleta. Según las investigaciones, la médica vivió allí durante un tiempo pero pocos sabían que tenía dicha propiedad.
Durante la investigación ocurrieron diferentes hechos que
hacían cambiar de rumbo al caso como: la aparición de cuerpos, lo cual era algo
habitual en la Colonia Montes de Oca pero en ciertos casos tuvo relevancia
debido a que se pensó que se trataba de los restos de la doctora Giubileo, como
fue el caso de la difunta Mónica Villalba pero finalmente se refutó lo creído.
También hubo un grupo de personas conocido como los encapuchados que tuvieron en jaque durante un tiempo la tranquilidad de la localidad de Torres, lugar de residencia de Cecilia. Allí llegaron a golpear a una anciana buscando algo en su vivienda e incluso intentaron ingresar a algunos sectores de la Colonia Montes de Oca, donde hirieron a un guardia. En reiteradas ocasiones, amenazaron a las enfermeras “Chichita” Realini y Mabel Tenca, ambas amigas de la doctora Giubileo. También intentaron secuestrar en la noche del 31 de diciembre de 1985 al médico Roque Vicente Caputo, quien estaba especializado en genética y era amigo de la doctora desaparecida. Nunca quedó claro quiénes eran los encapuchados o a quienes respondían pero su accionar se desarrolló durante el período posterior a la desaparición de la doctora Giubileo, justo cuando se desarrollaban las investigaciones.
A lo largo de la investigación, también fueron amenazados
los familiares y amigos de la doctora vía telefónica o a través de las
apariciones de los encapuchados. Es por ello que muchos decidieron guardar el
silencio ante el miedo de lo que les pudiese llegar a ocurrir.
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